Tan camelladoras y alegres como Qhubo. Así son las cocineras de la galería Alameda, las encargadas de ponerle sazón a la plaza y quienes a punta de llenar corazones y barrigas cumplieron sus sueños.
La plaza de una ciudad es el retrato de un pueblo que trabaja incansablemente. La cara femenina de ese emblema son las cocineras, mujeres que entregan sus días para que la galería siga siendo el epicentro de sus sabores y saberes. Así es en la Galería Alameda, la plaza más popular de Cali, donde sus restaurantes rebosan el lugar con olores que cuentan la historia gastronómica de la ciudad.
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La cocina de las metas
Son las 10:00 de la mañana. María Rosero reposa sobre un mesón de baldosas blancas. Aunque la pandemia mermó el trajín del día, ella sigue levantándose a las 3:00 a.m. para abrir Jugos y Piqueteadero, su negocio en Alameda.
“Ya viene muy poca gente”, reconoce mientras cierra la vitrina abarrotada de carnes fritas. Huele a fruta y a fritanga, las especialidades que la han mantenido desde hace 25 años, cuando en una visita a la galería se enamoró del puesto y lo compró.
Desde entonces, a punta de su trabajo, la huilense educó a sus hijos y ahora a sus nietos. Como también lo hace María Julia Chapal, heredera del puesto Donde el Costeño. Mientras revuelca una carne en bistek, María Julia cuenta que está ahí desde hace 19 años, aunque el negocio es mucho más viejo. “Mi abuela se lo dio a mi madrina y ella a mi mamá. Ya luego lo cogí yo”, relata.
Ese es su orgullo. No le importa que la jornada dure casi 12 horas. “Me apasiona la cocina. No me da duro… y menos si pienso en mi meta de educar a mis cuatro hijas”, reitera.
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Al que le gusta le sabe
Basilia Murillo rellena de números un cuaderno, que reposa en una mesa de madera. Recuerda que la plaza le ha cumplido un sueño que pensó inalcanzable: viajar. Cuando abrió su negocio de comidas del Pacífico, hace 38 años, buscaba sobrevivir. Ahora es uno de los más conocidos de Alameda.
Es un día tranquilo, pero para ella, el más extenuante. “Cuando estás ocupado, haciendo lo que te gusta, es más relajado”, explica. A Basilia, de 51 años, morena y con turbante en su cabeza, le tocaron muchos de esos días, cuando “los supermercados no se habían llevado a la clientela”, dice.